El arte griego es un desafío al paso del tiempo. Corrientes, estilos, modas, tendencias… han tenido su momento y han pasado con influencia más o menos duradera. No así el arte griego, convertido en paradigma y elevado a la categoría de clásico, desde la que ha inspirado todos los retornos clásicos o clasicistas que se han producido en la Historia del Arte. ¿A qué se debe su capacidad de permanencia, de pervivencia y, en definitiva, de atractivo? Esta es una pregunta interesante en un mundo que desestima los valores que él representa: sobriedad, pureza formal, economía de medios, por no hablar de un sentido completamente distinto de la originalidad, basada en la perfección y en la repetición superadora de modelos acrisolados. La respuesta ha de buscarse por la vía de la autenticidad y por el hecho de que «a los griegos debemos norma y medida para los sentidos y para el espíritu», como decía Ernst R. Curtius. Ese mensaje no solo es imperecedero, sino que sigue siendo práctico. Y está al alcance de cualquiera que se interese por él. El Arte griego de Antonio Blanco, reeditado ahora por el CSIC, ofrece una interpretación excelente de las creaciones artísticas ideadas y elaboradas por los griegos, de las dificultades que hubieron de vencer para lograrlas y de todo el proceso implícito en obras que tienen mucho de manufactura artesanal. La realidad arqueológica que las envuelve, las secuencias estilísticas y cronológicas, detalles y pormenores de diversa índole son analizados y expuestos con todo rigor y precisión, de donde el valor y la utilidad del libro como manual universitario. Esa fue su función originaria, la que ha tenido siempre y tiene ahora, hasta el punto de poder pensar que el magisterio de Antonio Blanco sigue vivo y activo en su Arte griego. Al público en general estas páginas le ayudarán a descubrir la maravilla del arte griego y el conocimiento portentoso que de él tenía su autor.